miércoles, 9 de mayo de 2012

LAS ELECCIONES: NUESTRO DESTINO

En México estamos en tiemos electorales. El primero de julio escogeremos Diputados Federales, Senadores, Presidentes Municipales y, por supuestos, al Presidente de la República.
Y es cierto que en estas semanas los candidatos (todos, sin excepción) harán proselitismo político de todo tipo (desde mítines masivos, pasando por la promoción al voto y la repartición de playeras, gorras etc., etc., etc.); y, por ende, ellos tratarán de convencer al pueblo de que vote por ellos, de todas las maneras habidas y por haber...
Pero, en lugar de ver todo este marketing político desplegado por todos los candidatos, los ciudadanos debemos fijarnos en sus propuestas, su rayectoria anterior y sus antecedentes. Y, sobre todo, estar bien conscientes de la verdadero estado en el que se encuentra México (bueno o malo, que todos sabemos que México no está en una situación mala... sino pésima). Todo esto sin presiones de ninguna clase, ni dejarnos comprar por dinero.
Los ciudadanos debemos ver quién es el mejor para el puesto de elección popular. Quién, verdaderamente, trabajará por el bien de nuestro país. En pocas palabras, quien es el mejor.
Los ciudadanos tenemos el derecho del sufragio, pero ese erecho se convierte en una importantísima responsabilidad; quizá una de las más importantes de toda persona capacitada para ejercer plenamente sus derechos políticos y civiles.
Así que no tomemos a juego las elecciones (las que están por venir y las futuras). No es sólo ir a poner una crucesita en la imagen de uno de los partidos políticos o de los candidatos. No es únicamente ir a que te resellen tu credencial de elector o a que te pongan una tinta apestosa negra en tu dedo índice.
Las elecciones es un tema que se debe tomar con seriedad y con ética; sin dejarnos corromper y viendo por el bien público de nuestro país; y no por el bien individual de ada uno. Es decir, debemos y tenemos que ser objetivos en nuestra elección.
Y, pues solo queda esperar al día de la jornada electoral para saber quienes ganaron la elección. Y esperar tres o seis años (según el cargo) para saber si nuestra elección fue la mejor o fue un terrible error. Pero para entonces será muy tarde...
Pensemos nuestra decisión! Sólo eso nos queda!  

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