jueves, 4 de agosto de 2011

EL ARTE DE ESCRIBIR

Escribir para olvidar;
escribir para pintar
el paisaje de la vida,
sea frío o sea cálido
[sea triste o sea alegre.

Escribir en una hoja
con una pluma tinta negra
y una mano cansada,
con las imágenes que fluyen
como agua en un manantial.

Sea novela, cuento o poesía;
sea ensayo, drama o crónica,
escribir para mostrar,
para contar lo que uno siente
en lo más hondo del espíritu
y lo que uno ve en el cosmos.

Crear con las letras
como el pintor con
el óleo y el pincel
o el escultor con
la piedra y el cincel.

Escribir para rebelarnos de la injusticia,
para dar razón a la razón,
para retratar la realidad de lo ficticio
y la realidad cultural, social, política y religiosa,
así como la realidad espiritual,
moral y ética del ente humano.

El escritor tiene el deber
de cambiar y mejorar
lo que lo rodea con la
insurgencia del pensamiento,
llevando a cabo la
Revolución del intelecto
y tomando la metralla
del raciocinio.


Escribir para desahogarnos
del eterno suplicio
de la frustración.

¿Quién puede resistirse
a soportar el flagelo peculiar
de esta literaria tentación?

Escribir para describir el continuo
caminar de la insatisfecha historia
esperando redactar lo auténtico
sin dejarnos corromper el alma
con los cuentos de la historia oficial.

Escribir para plasmar en una hoja
los más probos sentimientos
del alma,
para gritar a los cuatro vientos
el amor y el desamor,
el disgusto y el coraje,
la mentira y la verdad,
el chantaje y el disfraz,
la maldad y la bondad
como una interminable lista
del análisis del ser humano.

Construir castillos
de nubes blancas
en donde el arquitecto
es la imaginación.

Alimentar a un gran monstruo
por un gran cráter humeante
que no es carnívoro,
que no es herbívoro
sino sólo lector…

Escribir para soñar despierto,
para narrar lo que no existe
pero que es espejo
donde se asoma la realidad.

Escribir para llegar
a embriagarnos
con el vicioso vino
del papel alcohólico.

Escribir para ser un monigote
de la literatura, de
la estética y de la
perfección de las formas.

Escribir para sentirnos nosotros mismos,
para reafirmar nuestra pasión,
para jugar el juego de la gramática,
para ser olvidados en las paginas de un libro
y para vivir escribiendo.

Volar por los cielos
con el dulce sabor
del éxtasis literario.

Poetizar lo prosaico
para la existencia, metaforizar
y lo vulgar, comprender.

Escribir como una catarsis
de nuestro pasado, presente y futuro;
como una advertencia de nuestra experiencia
y como un bálsamo que cura todas las heridas
y alivia todos los dolores.

Redactar como la forma
de salir del laberinto
de nuestros vicios y defectos,
como la manera de hacer conciencia
sobre nuestras virtudes y dones.

Escribir para vivir
en el luminoso claustro
de los arquetipos y la beldad.

Dar a luz a un texto,
a una vida, a un poema;
cuán madre fecunda,
para beneplácito único
de la creación maravillosa.

Escribir para ser escrito,
para aclamar las bellezas
de la belleza y de la fealdad.

¡Sabed que el paraíso
se encuentra en la dulzura
de la armonía artística
en la fiesta de los sentidos!

¡Recordad que el infierno
se encuentra en los abismos
profundos de la ignorancia!

Hacer de una página
el reflejo de la
opresión y la represión,
del infortunio y la melancolía,
de la virtud y la fortuna,
de la juventud y la vejez,
como si el escritor supiera
las vidas de la vida,
como si fuera un Dios omnipotente
que sabe y mueve todo
a su contentillo…

Ser en una ráfaga de años futuros
el alimento de la insaciable polilla
o el carbón por el que inicie
un incendio hereje de mil hojas.

Escribir como la egocéntrica emoción
de dar lo merecido a quien lo merece
y la justicia a quien es injusto,
como sinónimo de la ley del talión.

¡Qué nuestro nombre aparezca en portadas!
¡Qué nos reconozcan en firmas de autógrafos!
¡Qué nos inmortalicen en augustas placas¡
¡Estas son sólo pamplinas!
Frivolidades etéreas que no buscan
el objetivo exclusivo del bien común
como satisfacción del autor.

El literato escribe
para recordar el olvido
y olvidar el recuerdo.

¡Hacer del silencio de la tinta
la voz del desgraciado
y el alarido del alegre!

Matar a los villanos
con el sanguinario filo
de una pluma desenfrenada,
y alabar al magno
con el glorioso laurel
de la palabra.

Bohemio sin licor,
fumador sin cigarro,
músico sin instrumento,
actor sin ninguna máscara.

Escritor (ocioso con provecho,
pintor de pluma fina),
¡buscar personajes en vidas
y vidas en personajes!

Escribir para aprender de la vida
y para vivir de lo aprendido,
para surcar mares de creatividad
y ríos de ilusión y solemnidad.

Ser el medio para
comunicar ideas
por medio del conocimiento
probado y empírico.

Nacer para escribir
y escribir para nacer…
ese es el destino de un escritor.

Escribir con la certidumbre
de que, como todos, algún día moriremos,
pero (como pocos lo hacen)
moriremos escribiendo…,
sabiendo que el desenlace
al fin ha llegado y
nos ha sorprendido
llevando a cabo
el deber de un escritor…

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