“Los hombres no son nada, los principios
lo son todo.”[1]
Benito Juárez
L
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os
grandes hombres que han existido en la Historia de la Humanidad siguen una filosofía
de pensamiento que los hacen llegar a marcar su época y las consecutivas a
ellos, a su generación y a las posteriores; y esa ideología es siempre
acompañada por la coherencia de los hechos que esas personas realizan en sus
vidas. Y un claro ejemplo de esos magnánimos seres humanos es aquel oaxaqueño
zapoteca que, muy avanzado a su época, logró afianzar los valores mexicanos y
defender la soberanía nacional, y por supuesto que estoy hablando del
Benemérito de las Américas, Don Benito Pablo Juárez García.
Si
analizamos su ideología, los valores que profesaba, las acciones llevadas a
cabo en su vida; es decir, todo el universo que rodeó a este gran mexicano, nos
daremos cuenta que la filosofía juarista sigue vigente hasta nuestros días;
porque él fue un individuo sabio y avanzado para su época, como lo dije líneas
arriba. Y si tan sólo tomáramos como ejemplo un poco de aquellas ideas que
construyó, desarrolló y objetivó, muchos de los problemas que se han presentado
en México se hubiesen podido resolver en menor tiempo y con mejores resultados.
Un
claro ejemplo de lo anteriormente señalado fueron sus ganas de servir a la
gente, al pueblo; y por eso Juárez afirmaba que “Dios y la sociedad nos han
colocado en estos puestos [el servicio público] para hacer la felicidad de los
pueblos y para evitar el mal que les pueda sobrevenir”, y en este pensamiento
se hace visible su visión del servidor público al colocarlo como el instrumento
para que los demás (el pueblo) logren sus objetivos: ser felices y evitar el
mal; y así mismo cree que “el gobernante no es el hombre que goza y que se
prepara un porvenir de dicha y de ventura; es, sí, el primero en el sufrimiento
y en el trabajo, y la primera víctima que los opresores del pueblo tienen
señalada para el sacrificio”, es decir, que el buen gobernante es aquel que
sacrifica su propia felicidad por la de la Patria, como él en su vida lo llevó
a cabo. Y es así como los gobernantes de hoy y del futuro (de todos los niveles
y tanto mexicanos como de otras naciones) deben ver su labor. De igual forma,
no le tembló la mano para hacer valer la ley y proteger a los mexicanos, pues
en algún momento afirmó con puntual certeza lo siguiente: “no me permitiré un
solo acto que conculque derechos legítimos pero seré severo e inexorable con
los transgresores de la ley y con los perturbadores de la paz pública.”
Así
mismo, la felicidad es encontrada
recurrentemente en la ideología de Juárez y es así como él estaba convencido de
que “la instrucción pública es el fundamento de la felicidad social, […]
principio en que descansan la libertad y el engrandecimiento de los pueblos”, y
de esta manera vemos que Don Benito Juárez no sólo se refiere a la felicidad individual
y egoísta, sino a una felicidad colectiva, general, de todos y para todos. Y
como medio para alcanzar este fin, coloca a la educación, pero no cualquier
clase de educación, sino la pública, aquella que instruye a las masas
populares, a la colectividad y que genera un país más sólido, como él mismo lo
dice aunque en otras palabras; así como que considera que la instrucción es la
manera correcta de que un Estado prospere y que se eviten abusos de poder,
puesto que al estar educada, la gente no permitirá que se le violen sus
derechos. A su vez, este gran oaxaqueño defiende la libertad (en toda su extensión) y la toma
como una bandera que siempre enarbolará y enmarcará su vida, y este valor lo ve
siempre unido al buen gobierno, pues él creía que “la misión del gobierno
republicano es proteger al hombre en el libre desarrollo de sus facultades
físicas y morales, sin más límite que los derechos de otro hombre.”
Además,
aunque su mandato presidencial estuvo cundido de beligerancia, él era un hombre
con una consciencia pacifista, tan es así que consideraba (refiriéndose a la
Guerra de Reforma) “que antes que con el poder de las armas, el peligro se
conjure con un arreglo justo y equitativo, compatible con el honor y dignidad
de la nación”; y esta actitud pacifista se mezcla con la clara defensa a la
autodeterminación de los pueblos, principio que México siempre ha defendido a
capa y espada, pues Juárez afirmaba que su “gobierno no ha[bía] hecho más que
aplicar su norma constante de conducta en las relaciones internacionales:
encerrarse en los límites de una prudente moderación, abstenerse de todo acto agresivo
y prepararse a repeler la fuerza con la fuerza”, con lo que también se hace
énfasis en el Principio de Reciprocidad, por el cual un país responde a las
actitudes hostiles que otra nación muestre para con el primero, así como que da
las bases para lo que tiempo después se convertiría en aquella teoría mexicana
llamada Doctrina Estrada en homenaje a su creador (Genaro Estrada), en la que
las naciones deben mantenerse al margen en la elección de los gobiernos de cada
Estado.
Siempre
Juárez rechazó toda actitud represora en contra de las libertades humanas y
criticó fuertemente a quien lo hacía, defendiendo al mismo tiempo la ley y la
democracia; así él indicaba que en “un sistema democrático y eminentemente
liberal […] tiene por base esencial la observancia estricta de la ley. Ni el
capricho de un hombre solo, ni el interés de ciertas clases de sociedad, forman
su esencia. Bajo un principio noble y sagrado él [sistema democrático y
liberal] otorga la más perfecta libertad, a la vez que reprime y castiga el
libertinaje. El concede derechos e impone obligaciones, que no sabe dispensar;
por consiguiente está lejos de comprenderlo cualquier ciudadano que se crea
protegido por él para faltar a su deber o barrenar la ley. El puntual
cumplimiento del primero y el más profundo respeto y observancia de la segunda
[la ley], forman el carácter del verdadero liberal, del mejor republicano. Es
por tanto evidente, que a nombre de la libertad jamás es lícito cometer el
menor abuso”, así mismo consideraba que “los déspotas aborrecen la luz y la
verdad”, pues se enceguecen en su afán de hacer valer su voluntad, sin tomar en
cuenta las libertades de pensamiento de la gente, considerando que lo que ellos
dicen es la verdad absoluta, cosa que es la mentira más grande, ya que en el
mundo no existe una verdad absoluta sobre nada. De esta forma, podemos observar
su rechazo absoluto al autoritarismo, defendiendo la pluralidad y a la
Federación, y esto es visible en algún momento, cuando Don Benito dijo que los
centralistas “odian el sistema federal, porque no alcanzan a comprender
su ingenioso mecanismo, o porque este sistema creado para los de la ley y de
los principios, no se presta a justificar los avances de los que quieren
gobernar a los mexicanos con una voluntad despótica.”
De
igual forma, Juárez tuvo presente la gran importancia de la mujer en la
sociedad y defendió a la figura femenina, ya que creía firmemente que se debía “formar a la mujer con todas las
recomendaciones que exige su necesaria y elevada misión, es formar el germen
fecundo de regeneración y mejora social. Por esto es, que su educación, jamás
debe descuidarse.”
Un
punto que debemos tocar es que Juárez tenía clara la procedencia de la
legitimidad del gobernante al señalar que “la respetabilidad […] le viene de la
ley, de un recto proceder y no de trajes ni de aparatos militares propios sólo
para los reyes de teatro”; crítica mordaz a aquellos pseudogobernantes que se
ayudan de luces y fanfarreas, de brutalidad y de grandes y majestuosas obras
públicas para tratarse de ver como líderes magnánimos y tratarse de ganar el
respeto y admiración del pueblo, cuando las cosas no son así.
Juárez
fue un verdadero patriota, y así lo dicen algunas de sus frases al señalar que
“la defensa de la Patria y de la libertad es […] un deber imprescindible,
porque de ella importa la defensa de nuestra propia dignidad, del honor y
dignidad de nuestras esposas y de nuestros hijos”, con lo que se puntualiza que
si la generalidad que es el Estado no está bien, menos lo estará algo tan
particular como lo es un individuo o un núcleo tan pequeño (comparada con la
nación) como la familia. Y es por esto que en otro pensamiento el Benemérito de
las Américas señala que “la vida de un hombre nada significa cuando están de
por medio la suerte y los intereses de un pueblo” y que “contra la Patria nunca
tendremos razón”, con lo que él coloca como ente superior al Estado.
Así
mismo, en los últimos años, en México se ha venido dando una ola de violencia e
inseguridad imparable e incrementable, la cual se quiso parar por medio de las
armas, lo que no resultó viable y provocó que el problema se agravara. Y si nos
regresamos y estudiamos a fondo la ideología juarista, nos daremos cuenta que
este mexicano universal nos dio la clave para erradicar esta problemática
nacional en la siguiente frase: “No es sólo la fuerza de las armas la que
necesitamos. Necesitamos de otra más eficaz: la fuerza moral, que debemos
robustecer, procurando al pueblo mejoras positivas, goces y comodidades”,
pensamiento que si lo traemos a la actualidad se podría entender que para
terminar con la inseguridad y la violencia se deben crear buenas condiciones
tanto macro como micro económicas para nuestro país, lo que produciría que la
gente no se involucre en actividades ilícitas para poder cubrir tanto las
necesidades básicas de su familia como suyas, que por lo general es lo que
sucede en estos casos.
Y
en toda su ideología, vemos que Don Benito Juárez da la solución para que
México crezca, una receta sabia para que la persona que lideré a nuestra Patria
pueda consolidar lo ya construido y esta receta se compone de cuatro cosas:
tiempo, constancia, firmeza y capacidad, y todo esto lo explica de la siguiente
manera: “se necesita de tiempo para preparar los elementos con que se pueden
reorganizar los diversos ramos de la sociedad; se necesita de constancia para
no desperdiciar esos elementos, a fin de llevar a cabo la obra comenzada; se
necesita de firmeza para ir venciendo las resistencias que naturalmente imponen
aquellos que han saboreado los frutos de la licencia y de los abusos; y se
necesita de una grande capacidad para elegir y aplicar con la debida oportunidad
los medios a propósito, que satisfagan, las exigencias del cuerpo social, sin
exasperar sus males.”
Para
terminar, es necesario hacer énfasis en que el ideario juarista sigue muy
vigente en pleno siglo XXI, como ya lo he demostrado con argumentos sólidos.
Tan es así, que nuestra Constitución Política deriva de la de 1857. Debemos
tener presente la experiencia de Don Benito Juárez para resolver de la mejor
manera aquellos problemas que surjan tanto en nuestro país como en otras
latitudes. Juárez fue una fuente viviente de sabiduría y coherencia, de
templanza y firmeza, de legalidad y justicia, de patriotismo y mexicanidad. Y
tal vez a todos nos quede lo que en algún momento él dijo: “Quisiera que se me
juzgara no por mis dichos, sino por mis hechos. Mis dichos son hechos.”
*Texto publicado en la Revista del Supremo Consejo de México.
[1] Todas las citas textuales utilizadas
en este ensayo fueron tomadas de discursos, escritos y otros, hechos por Don
Benito Juárez.