miércoles, 20 de agosto de 2014

VIGENCIA DE LA IDEOLOGÍA JUARISTA EN EL SIGLO XXI*

“Los hombres no son nada, los principios lo son todo.”[1]
Benito Juárez

L
os grandes hombres que han existido en la Historia de la Humanidad siguen una filosofía de pensamiento que los hacen llegar a marcar su época y las consecutivas a ellos, a su generación y a las posteriores; y esa ideología es siempre acompañada por la coherencia de los hechos que esas personas realizan en sus vidas. Y un claro ejemplo de esos magnánimos seres humanos es aquel oaxaqueño zapoteca que, muy avanzado a su época, logró afianzar los valores mexicanos y defender la soberanía nacional, y por supuesto que estoy hablando del Benemérito de las Américas, Don Benito Pablo Juárez García.
Si analizamos su ideología, los valores que profesaba, las acciones llevadas a cabo en su vida; es decir, todo el universo que rodeó a este gran mexicano, nos daremos cuenta que la filosofía juarista sigue vigente hasta nuestros días; porque él fue un individuo sabio y avanzado para su época, como lo dije líneas arriba. Y si tan sólo tomáramos como ejemplo un poco de aquellas ideas que construyó, desarrolló y objetivó, muchos de los problemas que se han presentado en México se hubiesen podido resolver en menor tiempo y con mejores resultados.
Un claro ejemplo de lo anteriormente señalado fueron sus ganas de servir a la gente, al pueblo; y por eso Juárez afirmaba que “Dios y la sociedad nos han colocado en estos puestos [el servicio público] para hacer la felicidad de los pueblos y para evitar el mal que les pueda sobrevenir”, y en este pensamiento se hace visible su visión del servidor público al colocarlo como el instrumento para que los demás (el pueblo) logren sus objetivos: ser felices y evitar el mal; y así mismo cree que “el gobernante no es el hombre que goza y que se prepara un porvenir de dicha y de ventura; es, sí, el primero en el sufrimiento y en el trabajo, y la primera víctima que los opresores del pueblo tienen señalada para el sacrificio”, es decir, que el buen gobernante es aquel que sacrifica su propia felicidad por la de la Patria, como él en su vida lo llevó a cabo. Y es así como los gobernantes de hoy y del futuro (de todos los niveles y tanto mexicanos como de otras naciones) deben ver su labor. De igual forma, no le tembló la mano para hacer valer la ley y proteger a los mexicanos, pues en algún momento afirmó con puntual certeza lo siguiente: “no me permitiré un solo acto que conculque derechos legítimos pero seré severo e inexorable con los transgresores de la ley y con los perturbadores de la paz pública.”
Así mismo,  la felicidad es encontrada recurrentemente en la ideología de Juárez y es así como él estaba convencido de que “la instrucción pública es el fundamento de la felicidad social, […] principio en que descansan la libertad y el engrandecimiento de los pueblos”, y de esta manera vemos que Don Benito Juárez no sólo se refiere a la felicidad individual y egoísta, sino a una felicidad colectiva, general, de todos y para todos. Y como medio para alcanzar este fin, coloca a la educación, pero no cualquier clase de educación, sino la pública, aquella que instruye a las masas populares, a la colectividad y que genera un país más sólido, como él mismo lo dice aunque en otras palabras; así como que considera que la instrucción es la manera correcta de que un Estado prospere y que se eviten abusos de poder, puesto que al estar educada, la gente no permitirá que se le violen sus derechos. A su vez, este gran oaxaqueño defiende  la libertad (en toda su extensión) y la toma como una bandera que siempre enarbolará y enmarcará su vida, y este valor lo ve siempre unido al buen gobierno, pues él creía que “la misión del gobierno republicano es proteger al hombre en el libre desarrollo de sus facultades físicas y morales, sin más límite que los derechos de otro hombre.”
Además, aunque su mandato presidencial estuvo cundido de beligerancia, él era un hombre con una consciencia pacifista, tan es así que consideraba (refiriéndose a la Guerra de Reforma) “que antes que con el poder de las armas, el peligro se conjure con un arreglo justo y equitativo, compatible con el honor y dignidad de la nación”; y esta actitud pacifista se mezcla con la clara defensa a la autodeterminación de los pueblos, principio que México siempre ha defendido a capa y espada, pues Juárez afirmaba que su “gobierno no ha[bía] hecho más que aplicar su norma constante de conducta en las relaciones internacionales: encerrarse en los límites de una prudente moderación, abstenerse de todo acto agresivo y prepararse a repeler la fuerza con la fuerza”, con lo que también se hace énfasis en el Principio de Reciprocidad, por el cual un país responde a las actitudes hostiles que otra nación muestre para con el primero, así como que da las bases para lo que tiempo después se convertiría en aquella teoría mexicana llamada Doctrina Estrada en homenaje a su creador (Genaro Estrada), en la que las naciones deben mantenerse al margen en la elección de los gobiernos de cada Estado.
Siempre Juárez rechazó toda actitud represora en contra de las libertades humanas y criticó fuertemente a quien lo hacía, defendiendo al mismo tiempo la ley y la democracia; así él indicaba que en “un sistema democrático y eminentemente liberal […] tiene por base esencial la observancia estricta de la ley. Ni el capricho de un hombre solo, ni el interés de ciertas clases de sociedad, forman su esencia. Bajo un principio noble y sagrado él [sistema democrático y liberal] otorga la más perfecta libertad, a la vez que reprime y castiga el libertinaje. El concede derechos e impone obligaciones, que no sabe dispensar; por consiguiente está lejos de comprenderlo cualquier ciudadano que se crea protegido por él para faltar a su deber o barrenar la ley. El puntual cumplimiento del primero y el más profundo respeto y observancia de la segunda [la ley], forman el carácter del verdadero liberal, del mejor republicano. Es por tanto evidente, que a nombre de la libertad jamás es lícito cometer el menor abuso”, así mismo consideraba que “los déspotas aborrecen la luz y la verdad”, pues se enceguecen en su afán de hacer valer su voluntad, sin tomar en cuenta las libertades de pensamiento de la gente, considerando que lo que ellos dicen es la verdad absoluta, cosa que es la mentira más grande, ya que en el mundo no existe una verdad absoluta sobre nada. De esta forma, podemos observar su rechazo absoluto al autoritarismo, defendiendo la pluralidad y a la Federación, y esto es visible en algún momento, cuando Don Benito dijo que los centralistasodian el sistema federal, porque no alcanzan a comprender su ingenioso mecanismo, o porque este sistema creado para los de la ley y de los principios, no se presta a justificar los avances de los que quieren gobernar a los mexicanos con una voluntad despótica.”
De igual forma, Juárez tuvo presente la gran importancia de la mujer en la sociedad y defendió a la figura femenina, ya que creía firmemente que  se debía “formar a la mujer con todas las recomendaciones que exige su necesaria y elevada misión, es formar el germen fecundo de regeneración y mejora social. Por esto es, que su educación, jamás debe descuidarse.”
Un punto que debemos tocar es que Juárez tenía clara la procedencia de la legitimidad del gobernante al señalar que “la respetabilidad […] le viene de la ley, de un recto proceder y no de trajes ni de aparatos militares propios sólo para los reyes de teatro”; crítica mordaz a aquellos pseudogobernantes que se ayudan de luces y fanfarreas, de brutalidad y de grandes y majestuosas obras públicas para tratarse de ver como líderes magnánimos y tratarse de ganar el respeto y admiración del pueblo, cuando las cosas no son así.
Juárez fue un verdadero patriota, y así lo dicen algunas de sus frases al señalar que “la defensa de la Patria y de la libertad es […] un deber imprescindible, porque de ella importa la defensa de nuestra propia dignidad, del honor y dignidad de nuestras esposas y de nuestros hijos”, con lo que se puntualiza que si la generalidad que es el Estado no está bien, menos lo estará algo tan particular como lo es un individuo o un núcleo tan pequeño (comparada con la nación) como la familia. Y es por esto que en otro pensamiento el Benemérito de las Américas señala que “la vida de un hombre nada significa cuando están de por medio la suerte y los intereses de un pueblo” y que “contra la Patria nunca tendremos razón”, con lo que él coloca como ente superior al Estado.
Así mismo, en los últimos años, en México se ha venido dando una ola de violencia e inseguridad imparable e incrementable, la cual se quiso parar por medio de las armas, lo que no resultó viable y provocó que el problema se agravara. Y si nos regresamos y estudiamos a fondo la ideología juarista, nos daremos cuenta que este mexicano universal nos dio la clave para erradicar esta problemática nacional en la siguiente frase: “No es sólo la fuerza de las armas la que necesitamos. Necesitamos de otra más eficaz: la fuerza moral, que debemos robustecer, procurando al pueblo mejoras positivas, goces y comodidades”, pensamiento que si lo traemos a la actualidad se podría entender que para terminar con la inseguridad y la violencia se deben crear buenas condiciones tanto macro como micro económicas para nuestro país, lo que produciría que la gente no se involucre en actividades ilícitas para poder cubrir tanto las necesidades básicas de su familia como suyas, que por lo general es lo que sucede en estos casos.
Y en toda su ideología, vemos que Don Benito Juárez da la solución para que México crezca, una receta sabia para que la persona que lideré a nuestra Patria pueda consolidar lo ya construido y esta receta se compone de cuatro cosas: tiempo, constancia, firmeza y capacidad, y todo esto lo explica de la siguiente manera: “se necesita de tiempo para preparar los elementos con que se pueden reorganizar los diversos ramos de la sociedad; se necesita de constancia para no desperdiciar esos elementos, a fin de llevar a cabo la obra comenzada; se necesita de firmeza para ir venciendo las resistencias que naturalmente imponen aquellos que han saboreado los frutos de la licencia y de los abusos; y se necesita de una grande capacidad para elegir y aplicar con la debida oportunidad los medios a propósito, que satisfagan, las exigencias del cuerpo social, sin exasperar sus males.”
Para terminar, es necesario hacer énfasis en que el ideario juarista sigue muy vigente en pleno siglo XXI, como ya lo he demostrado con argumentos sólidos. Tan es así, que nuestra Constitución Política deriva de la de 1857. Debemos tener presente la experiencia de Don Benito Juárez para resolver de la mejor manera aquellos problemas que surjan tanto en nuestro país como en otras latitudes. Juárez fue una fuente viviente de sabiduría y coherencia, de templanza y firmeza, de legalidad y justicia, de patriotismo y mexicanidad. Y tal vez a todos nos quede lo que en algún momento él dijo: “Quisiera que se me juzgara no por mis dichos, sino por mis hechos. Mis dichos son hechos.”




*Texto publicado en la Revista del Supremo Consejo de México.
[1] Todas las citas textuales utilizadas en este ensayo fueron tomadas de discursos, escritos y otros, hechos por Don Benito Juárez.